Las vacaciones son un buen tiempo para nuestro descanso y para aprovechar la oportunidad de hacer algunas actividades que en el tiempo normal no podemos, como leer un buen libro, escribir un cuento o poesías, dibujar, practicar nuestro deporte preferido, organizar la casa, compartir más con la familia, hacer algún paseo, visitar a algún familiar enfermo, etc.
Pero recordemos que la vida de piedad, la vida espiritual, no tiene vacaciones. En este merecido descanso de mitad de año invitemos a Dios a compartir nuestras vacaciones. Cada buen momento que pasemos con la familia, amigos, parientes, en la ciudad, en la costa o en el campo, agradezcámoselo a Dios y continuemos en buena relación con él.
El apóstol Pablo nos invita a gozarnos en el Señor, así que la alegría es propia del cristiano y surge por obtener o hacer algo bueno, por darse a los demás y por tener a Dios en el corazón. Para tener gozo en estas vacaciones, no debemos vivirlas como si en ese período Dios no existiera, como si Él también se fuera de vacaciones y por lo tanto, estuviera ausente de nuestras vidas. No podemos darle vacaciones a nuestras oraciones, a nuestro encuentro con Cristo, a nuestra vida espiritual. Cada momento puede ser ocasión de oración y estemos donde estemos, agradecer a Dios por sus dones.
Muchas personas no pueden disfrutar de este tiempo de descanso; quienes tienen vacaciones, deben agradecerlas a Dios y vivirlas también con Él.
Compromiso: Leer algún trozo de la Biblia durante estos días o asistir más frecuentemente a la liturgia.
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