La persona, la vida y el mensaje de Jesucristo son el contenido central de la misión evangelizadora de la Iglesia, ya que toda su actividad y sentido consisten en llevar a la humanidad la salvación traída por Jesucristo. Sólo El tiene palabras de vida eterna, sólo El es el único mediador entre Dios y los hombres y Aquel por el que nosotros debemos salvarnos. Por tanto, es responsabilidad de los cristianos proclamar y conocer en profundidad la Persona, las acciones y las palabras de Jesucristo, y hacerlas vivas y actuantes en su existencia. También es tarea de la Iglesia, como "sacramento de salvación para el mundo" llevar a la humanidad el misterio de Cristo. DT 317
La Iglesia no puede dejar de proclamar que Jesús, vino a revelar el rostro de Dios y alcanzar, mediante la cruz y la resurrección, la salvación de todos los hombres. RM11
Sabemos que Jesús vino a traer la salvación integral, que abarca al hombre entero y a todos los hombres, abriéndoles a los admirables horizontes de la filiación divina. RM11.
El anuncio tiene por objeto a Cristo crucificado, muerto y resucitado: en él se realiza la plena y auténtica liberación del mal, del pecado y de la muerte; por él, Dios da la "vida nueva", divina y eterna. Esta es la "Buena Nueva" que cambia al hombre y la historia de la humanidad, y que todos los pueblos tienen derecho a conocer. RM44
a) Salvación es liberación
Como núcleo y centro de su Buena Nueva, Jesús anuncia la salvación, ese gran don de Dios que es liberación de todo lo que oprime al hombre, pero que es sobre todo liberación del pecado y del Maligno, dentro de la alegría de conocer a Dios y de ser conocido por El, de verlo, de entregarse a El. EN9
¡Si! Cristo y no otro es "el camino, la verdad y la vida" que da sentido y contenido a nuestra existencial. Lejos de él, queridos hermanos y hermanas, no hay verdadera paz, ni serenidad, ni auténtica y definitiva liberación, pues únicamente la gracia del Señor puede liberarnos de esa esclavitud radical que es el pecado; su palabra, su verdad nos hacen libres. Alocución en Durango, Méx.. 1990
b) Salvación es Cristo, muerto y resucitado por nosotros
La evangelización también debe contener siempre -como base, centro y a la vez culmen de su dinamismo- una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios. No una salvación puramente inmanente, a medida de las necesidades materiales o incluso espirituales que se agotan en el cuadro de la existencia temporal y se identifican totalmente con los deseos, las esperanzas, los asuntos y las luchas temporales, sino una salvación que desborda todos estos límites, para realizarse en una comunión con el único Absoluto, Dios, salvación trascendente, escatológica, que comienza ciertamente en esta vida, pero que tiene su cumplimiento en la eternidad. EN27
Anunciamos pues con fuerza al mundo que Cristo ha muerto y resucitado por nosotros, y que -como dice San Pablo- nosotros participamos de su muerte y resurrección por el bautismo. (Homilía en Veracruz, 1990)
No hay por tanto verdadera evangelización mientras no se anuncie claramente el nombre, la vida, las promesas, el Reino, el amor del Padre revelado en la humanidad visible de Jesús de Nazareth, el Ungido del Espíritu, por cuya muerte y resurrección se otorga la salvación a todos, especialmente a los pequeños, como don de la gracia y de la misericordia de Dios. DT 443
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