Reflexionar sobre la autoridad de los padres y la libertad de los hijos es una tarea necesaria e irrenunciable.
Podemos entender la educación como un proceso de mejora de la persona y también como un proceso de responsabilización de seres libres. Porque hay que promover la libertad y su correspondiente responsabilidad. No se trata de una mejora parcial, sino de toda la persona en su conjunto y no mejora en abstracto o en vacío, sino en aspectos esenciales como son la libertad, el amor y la fe.
La autoridad no solo es poder, sino sobretodo servicio. Es un servicio a la libertad en desarrollo de otros seres humanos que van siendo cada vez más autónomos y más responsables en su propio proyecto de llegar a ser lo mejor de sí mismos, superando las limitaciones personales y ambientales.
Por otra parte el desarrollo de la libertad personal es un proceso que puede ser acelerado por la educación. Educar la libertad es fomentar una mayor autonomía y una mayor responsabilidad en quien se educa.
¿Hay oposición entre autoridad y libertad? No, sino que se mutuamente se necesitan. Dice A. Muñoz Alonso: “La autoridad no sólo no se opone a la libertad, sino que la supone. Una oposición entre los dos conceptos implica una idea equívoca de la autoridad, subentendida como poder, o una falsa idea de libertad, entendida como indeterminación radical fundante. Entre las cosas o bienes que la autoridad, por serlo, ha de acrecentar, en gracia de su misma etimología o derivación de augere, se encuentra la libertad, su ejercicio y sus posibilidades reales.” (Muñoz Alonso, A.: “Autoridad” en Gran Enciclopedia Rialp, tomo III, Edic Rialp, Madrid, 1971, pág 70).
0 comentarios:
Publicar un comentario