Ser líder es apasionante; pero no es fácil. El líder debe cargar con la responsabilidad de dirigir a los demás. He aquí 5 tareas que le ayudarán a lograrlo efectivamente.
1. Dar libertad: sólo un auténtico líder es capaz de tomar a sus colaboradores y dirigirlos como personas. Para él, los demás se merecen su respeto y su confianza, y por ello los deja actuar con libertad. Les permite ser ellos mismos, pensar, opinar, decidir, trabajar, luchar. Esto, por supuesto, exige de él un gran sentido de la realidad y de humildad.
Sentido de la realidad para verse él mismo realizado a través de las acciones de sus hombres y para sentirse comprometido con sus posibles éxitos o fracasos. Pero también para despertar en cada uno de ellos la propia responsabilidad de cara al proyecto común. Sentido de humildad para saberse retirar a una acción más callada, menos vistosa y aplaudida, pero decisiva en la marcha de cualquier empresa o institución. El maestro de ceremonias es el más visto en un evento, pero es el organizador el que lo planea y dirige. Sin esa planeación, toda actividad carecería de atracción, armonía y unidad.
2. Formar a sus colaboradores: para que sus hombres puedan actuar con libertad necesitan ser formados, adiestrados y educados en el campo específico de su acción. Formar a estos hombres es uno de los más importantes deberes del líder.
Cuando no hay formación, surge espontáneamente o bien una oposición, o bien una falsa idea de la obra que se ha de realizar. Un colaborador sin instrucción puede tener muy buena voluntad, pero actuará siempre a su aire, juzgando las cosas según sus criterios. Así, un director tendrá en sus manos a personas que causan mayores problemas que realizaciones. De aquí que un auténtico líder esté siempre dispuesto a dedicar su tiempo a la formación de los demás.
3. Potenciar a sus hombres: el líder debe poseer una visión nítida tanto de los fines a lograr, como de los hombres con que cuenta para ello. Por esto, después de formarlos, situará a cada hombre en el lugar donde puede rendir más y hacer más fructífera su acción personal. De esta forma, tanto cada uno, como el proyecto entero, se potencian y realizan.
4. Continua revisión: continua, sí, pero no opresiva. Revisar no implica una intromisión, sino una educación; educación que comprende dirección, corrección, rectificación. El director, sin llegar a estorbar la labor de su colaborador, debe estar presente en todo. Al poseer la visión de conjunto, él es el único que puede asegurar que todo sigue un curso unitario hacia un objetivo común.
5. Delegar: es decir, seguir una jerarquía lógica. El líder debe proyectarse delegando aquello que puede a sus colaboradores inmediatos. Tener una actitud de omnipotencia es una tentación muy difundida y en la que se sucumbe fácilmente. Ella nos lleva a ver con ojos de desaprobación todo cuanto hace un subordinado, y más aún si éste es más joven. Por el contrario, el verdadero líder poseerá una actitud de confianza, creando seguridad en sí mismos en cada uno de sus colaboradores.
Esto exige de todos una buena programación, una excelente comunicación, y una serena puesta en común de los propios puntos de vista. A mayor comunicación y programación, mayor eficacia. Donde no hay vínculos de comunicación, de diálogo, no hay delegación efectiva; donde no hay programación, habrá confusión; donde no hay comunicación, habrá tensión.
fuente: catholic.net
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