Sección 2. Algunos principios para la correcta promoción de la cultura
La fe y la cultura
Los cristianos, en su peregrinación hacia la ciudad celeste, deben buscar y gustar las cosas de arriba; esto no disminuye nada, sino que más bien aumenta, la importancia de su tarea de trabajar juntamente con todos los hombres en la edificación de un mundo más humano. en realidad, el misterio de la fe cristiana les ofrece valiosos estímulos y ayudas para cumplir con mayor intensidad esta tarea y sobre todo para descubrir el sentido pleno de esta acción, que hace que la cultura humana obtenga su lugar preeminente en la vocación íntegra del hombre.
En efecto, cuando el hombre con el trabajo de sus manos o con ayuda de la técnica cultiva la tierra para que dé fruto y llegué a ser una morada digna para toda la familia humana, y cuando asume conscientemente su papel en la vida de los grupos sociales, cumple el plan de Dios, manifestado al comienzo de los tiempos, de someter la tierra y perfeccionar la creación, y se cultiva a sí mismo; y al mismo tiempo guarda el gran mandamiento de Cristo de consagrarse al servicio de los hermanos.
Además, el hombre, cuando se entrega a las diferentes disciplinas de la filosofía, la historia, las matemáticas y las ciencias naturales y se dedica a las artes, puede contribuir muchísimo a que la familia humana se eleve a más altas concepciones de la verdad, el bien y la belleza y a un juicio de valor universal, y así se iluminada con mayor claridad por la admirable sabiduría, que desde la eternidad estaba con Dios disponiendo todas las cosas con Él, jugando en el orbe de la tierra, considerando entre sus delicias el estar con los hijos de los hombres.
Con ello mismo, el espíritu humano, más libre de la esclavitud de las cosas, puede elevarse más fácilmente al culto y a la contemplación del creador. Además, con el impulso de la gracia se dispone a reconocer al verbo de Dios.
Ciertamente, el progreso actual de las ciencias y de la técnica, que en virtud de su método no pueden hasta las razones íntimas de las cosas, puede fomentar ciertos fenomenismos y agnosticismo cuando el método de investigación utilizado por estas disciplinas se considera sin razón como la regla suprema para hallar toda la verdad. Más aún, existe el peligro de que el hombre, confiando demasiado en los modernos inventos, crea que se basta a sí mismo y no busque ya cosas más altas.
Sin embargo, estos lamentables resultados no se siguen necesariamente de la cultura actual ni deben inducirnos a la tentación de no reconocer los valores positivos de ésta. Como son: el estudio de las ciencias y la fidelidad exacta a la verdad en las investigaciones científicas, la necesidad de trabajar conjuntamente en equipos técnicos, el sentido de la solidaridad internacional, la conciencia cada vez más viva de la responsabilidad de los expertos para ayudar e incluso proteger a los hombres, la voluntad de hacer más favorables para todos las condiciones de vida, especialmente para aquellos que sufren privación de su responsabilidad o pobreza cultural. Todo lo cual puede aportar alguna preparación para recibir el mensaje del Evangelio, que puede ser animada con la caridad divina[1].
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