Todos nosotros conocemos el principio “órgano que no se usa se atrofia”. Formulémoslo de otra manera: “Cosas que no usamos, las perdemos”. Mirémoslo con un ejemplo: si decidieras permanecer tres años acostado sobre una cama o sentado sobre una silla de ruedas, por voluntad propia, seguramente después de esos tres años, cuando quisiera volver a levantarte, ya no serías capaz de hacerlo. Lo mismo sucedería con cualquier otro de nuestros miembros.
Este principio lo podemos aplicar a cualquier otra clase de habilidad. Si se deja de tocar el piano o la guitarra por un período largo de tiempo, sin lugar a dudas, vas a perder muchas habilidades en tus dedos. Si dejas de usar tu creatividad, imaginación o memoria tenlo por seguro que se te “evaporan” sin que te des cuenta.
Mantengámonos atentos y vigilantes…, de lo contrario, nuestra conciencia podría también apagarse lo mismo que tantas otras cosas… cuando empezamos a pensar y a decir: “nada me importa” o “no me importa” estamos creando ya problemas. Recuerda siempre que las celdas de las prisiones y los hospitales mentales están llenos de personas para quienes las cosas “dejaron de suceder”. Gente que se las “ha arreglado” para mantener siempre “apagados” sus sentimientos, hasta el punto en que no ha quedado absolutamente “nada”.
Ejercitemos nuestra mente para mantenernos “en forma”. No existe ninguna razón o causa para que nos convirtamos en “menos capaces” o en “incapacitados existenciales” con el transcurrir de los años, si no ejercitamos nuestra capacidad mental de tiempo completo.
En este mismo principio parece funcionar en los negocios. El dinero está destinado para ser usado y por eso, debe ser usado. Necesita circular, fluir, moverse. De lo contrario se “estanca” y se desvaloriza. Si observas detenidamente a los financistas, notarás que se mantienen reinvirtiendo su capital, usando lo que ya tienen, tomando “riesgos”. De ahí la necesidad de que te convenzas de que jamás te convertirás en archimillonario almacenando y manteniendo tus pesos en bolsas de plástico debajo de la cama o del colchón . si no la pones a producir, se “estanca y la perderás[1].
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