Identificarnos como Educadores Católicos en la actualidad, nos llama a no serlos ni por palabras, ni por apariencias y menos aún no serlos de verdad. En la era en que vivimos nos es claro a todos que la crisis del pensamiento humano es notable, a tal punto que existen laberintos y muchos caminos falsos y equivocados, que desvían del verdadero camino que debe seguir el hombre, es decir, que la búsqueda de la verdad se encuentra oscurecida hasta en la concepción mental del hombre mismo y más aún en su interior.
El mundo actual se encuentra muy marcado por el pecado de la acedia, en muchos campos de acción del ser humano, y la educación no se encuentra excepta de ello. No lo “notamos” o no lo queremos ver, tal vez porque no lo percibimos o no lo observamos, o somos consecuencia o consecuentes con una civilización que nos invita, nos contagia y nos hace hacia ella, … , nos transforma a ser acédicos.
Esta “pereza espiritual”, esta “homologación con el mundo”, es lo que nos puede ocurrir o nos está ocurriendo ya, de tal modo que nuestras vidas y por ende en las acciones con nuestros educandos, nos podemos encontrar con el riesgo de estar cometiendo este pecado capital, donde lo que ocurre en el fondo es una práctica de valores (más bien invalores) de vida, donde lo que estamos reflejando realmente es una crisis de sentido de lo que hacemos.
Lo podemos observar, desde detalles “menores”, en nuestro simple cumplimiento de horarios y trabajo, la monotonía de los días, el sin sentido de lo que hacemos, …; y si avanzamos en el tiempo, lo veremos en los resultados académicos y humanos de los estudiantes, y más adelante en el futuro de ellos viviendo en sociedad.
La Educación Católica se enfrenta al mundo en el terreno de los valores, y ésta es una realidad de siempre, pero ahora con más fuerza que nunca. Es así, que los valores cristianos se enfrentan con los valores laícos creados, donde algunos de ellos menosprecian a los nuestros con una nube de conocimientos relativos de existencia, que terminan agobiándonos espiritual e intelectualmente.
La dignidad de nuestra labor está en el progreso de nuestro esfuerzo personal en pos de llevar a Dios a nuestros educandos, no como queremos o como creemos, sino como EL lo dice, indiferente de la época en que vivimos. Estos valores que debemos promulgar debemos entenderlos desde la transcendencia de nuestras vidas, porque el SEÑOR siempre ha sido el mismo en todas las épocas, y no es que antes o ahora es otro. Esta labor de custodio permanente de valores cristianos, nos demanda también prudencia, para reconocer el campo donde nos desenvolvemos, la misma que nos demanda responsabilidad, teniendo una profunda conciencia de lo que hacemos, y estar atentos a no estar haciendo lo que no debemos.
De igual manera debemos estar conscientes, de ser solidarios en la vida, donde mucho influirá la solidez de nuestra formación moral, inclusive hasta en momentos de desacuerdo con nuestros hermanos, pero es indudable que donde hay fortaleza en valores, más pesa el sentido de unión y comprensión que una actitud acédica, que se puede manifestar en un mal entendido pluralismo en un momento dado, es decir, hay que ser tolerantes con las personas pero no con los principios.
Vivimos en el fondo un desafío en los tiempos actuales, y que son muy difíciles. Por tanto, nuestra labor es eminentemente pastoral, desde el campo en que nos encontremos, y el tema más importante en esto, es que: El hombre es más que el mensaje. El mensaje es creíble cuando el hombre lo es.
El modelo de hombre lo tenemos en Cristo, que no es de los religionistas o filósofos, sino de DIOS. Por lo que debemos ser hombres de DIOS, es decir aquellos que desean hacer la VOLUNTAD DE EL, no externamente, sino motivados internamente por un deseo espiritual creado por DIOS mismo.
Debemos darnos cuenta que en estos tiempos difíciles se necesita ser fuerte, darnos cuenta que en nuestro alrededor próximo o lejano, los estándares morales absolutos se los remplaza por una ética situacional, lo bueno y lo malo se remplaza por lo que es políticamente correcto, la filosofía humana se degenera en el egoismo, … , es decir, la verdad retrocede. Esto hace que el mundo se transforme y se cree el temor en el ser humano, y es el miedo el que hace que el corazón del hombre falle.
Es así, que debemos ser conscientes del llamado que tenemos, y tener muy claro que nada hay más relevante en nuestro planeta que la Palabra de DIOS. ¿Qué se le compara?. Por eso es que nuestra fundamento está en ser hombres de DIOS, para que nos transforme en el modo y esencia que nos necesite donde estemos, de modo que estemos preparados cuando lleguen los momentos en que debemos actuar.
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