Nosotros, como seres humanos, como hombres, tenemos una característica, entre muchas, que nos diferencian de los animales. Esa característica se llama “voluntad”.
La pregunta que precede a éste pensamiento es: ¿Cómo logramos desarrollar la voluntad para poder y saber elegir en la sociedad “voluntariamente”? Obviamente mediante la educación. Tenemos que entender que la educación debe contribuir a recuperar la capacidad de pensar, proponiendo la vigencia del pensamiento fuerte.
Seamos conscientes que la urgencia de lo inmediato, el indiscutible valor de las demandas personales y sociales, las insoslayables dificultades del diario vivir tienen la rara virtud de neutralizar la capacidad de pensar; de anular ideas y obviamente el pensamiento parece el gran ausente de una sociedad que ha santificado otros valores. Por esto mismo la educación es el salvavidas que debe intentar el rescate del pensamiento: en el campo de las ideas se deciden las grandes y las pequeñas cosas.
Las ausencias se pagan con el consentimiento y como dice el dicho “pensar es gratis, no hacerlo sale carísimo. En esencia, enseñar a pensar es garantizar la posibilidad de participar y de decidir, de aceptar o disentir. O nos constituimos en protagonistas del pensamiento o somos ejecutores del pensamiento ajeno.
Como segunda tesis afirmo que para que se instaure el pensamiento es necesario que el sistema educativo se vuelva racional, crítico, creativo… y que cada docente y religioso deje su papel de funcionario burocrático de la cultura para convertirse en un maestro del pensamiento, desde una genuina capacidad de reflexión autónoma. Su formación de grado, los mecanismos de perfeccionamiento y formación permanente y la estructura de los diversos sistemas educativos y las dinámicas institucionales deben asegurar este protagonismo reflexivo de los docentes. Nadie enseña a pensar desde la obsecuencia.
Y si entendemos que mediante la educación logramos formar una conciencia social, una conciencia democrática podemos inferir que de esa manera (con humildad afrontando la diversidad y la pluralidad social) construimos la “democracia”.
Ahora, y en referencia a la educación, "si se acepta que la escuela pública (como educadora) es un igualador social, se debe concluir que con el deterioro de la educación lo que se está afectando es a la propia democracia1”.
¿Cuál es el sentido de la educación?
Hablar de educación en el ámbito de una escuela parece una cuestión innecesaria porque parece que nos referimos a algo sobradamente conocido y aceptado por todos. Nadie discutirá que la escuela está precisamente para educar y por lo tanto debe saber qué significa educar y educación. Es como si preguntáramos por el concepto de salud o enfermedad en un hospital.
Pero, en realidad, lo que hacemos al intentar retomar conceptos sobradamente conocidos es rescatar un sentido que nos pueda ayudar a comprender lo que hacemos a diario o lo que hemos hecho desde hace muchos años.
Casi no hay referencias de la educación que no pretenda convertirla en educación integral; sin embargo, con este adjetivo en lugar de aclarar las cosas podemos encubrir con apariencias la claridad. A veces lo obvio es lo que debemos desvelar.
Toda educación debe ser integral, armónica y permanente:
• Decimos que debe llegar a todo hombre y debe contribuir al desarrollo y crecimiento de todo hombre.
• Debe mostrarse como una síntesis que integra todos los elementos de la persona, sin desarrollar exageradamente uno en desmedro de otros, sin silenciar aspectos y sin acentuar desproporcionada y arbitrariamente otros. No puede hablarse de una educación que es solamente racional o intelectual, solamente afectiva o emocional, o solamente física y corporal.
• No empieza en la escuela, ni termina con ella; no tiene un horario fijo, ni puede darse el lujo de asignarse ámbitos específicos como diciéndose: “aquí se educa, ahora se educa, durante esta etapa te estamos educando”. Toda la vida, todos los momentos, todos los lugares educan, contribuyen a la educación o “des-educan”, ayudan a crecer o hacer decrecer, contribuyen al avance como persona o a su retroceso…
Toda educación implica el desarrollo de la persona humana en la totalidad de sus dimensiones, es decir un des-envolvimiento, una posibilidad de llegar a ser todo lo que un hombre, persona humana puede o debe llegar a ser. Sin esos desarrollos, el hombre se frustra como tal, no llega a ser persona, queda malformado y lo expresa de múltiples maneras.
Para que el concepto de educación sea realmente rico debemos precisar esas dimensiones constitutivas de la persona, debemos recordar lo que somos y lo que debemos ser, porque si hemos afirmado que la educación es permanente, nosotros no nos hemos educado del todo, todavía…Cualquiera sea nuestra edad y nuestra función en la escuela aun debemos crecer, aun debemos alcanzar la estructura de PERSONA, nuestra “definición humana definitiva”.
http://www.diarioelargentino.com.ar/opinion/editorial/1690
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