Ya Benedicto XVI subrayó la relevancia del testimonio
personal y de la autenticidad del educador, entre los aspectos
principales de la actual urgencia educativa. En las últimas semanas el Papa
Francisco ha vuelto a situarse en esa línea, de un modo que se puede
sintetizar en una palabra: coherencia. Esto es particularmente clave
en la educación de la fe.
En su discurso a la Congregación para la
Educación Católica (13-II-2014) ha puesto de relieve tres aspectos: el
valor del diálogo, la preparación de los educadores y el talante de las
instituciones educativas católicas.
Diálogo intercultural
a) El valor del diálogo intercultural ha
sido subrayado por un reciente documento de la Congregación para la
Educación Católica (*). A este propósito, Francisco ha señalado que la
educación católica busca una educación integral de las personas, con
pleno respeto a la libertad de cada alumno y a los métodos propios del
ambiente escolar y académico; al mismo tiempo que presenta “la propuesta
cristiana, es decir, a Jesucristo como sentido de la vida, del cosmos y de
la historia”.
Así como Jesús anunció la buena noticia de la
salvación en Galilea una encrucijada de razas, culturas y religiones, hoy
también hemos de educar en un ambiente multicultural, conjugando
creatividad con fidelidad a la propia identidad católica:
“Los profundos cambios que han llevado a la
difusión cada vez mayor de las sociedades multiculturales, exigen a
cuantos trabajan en el sector escolar y universitario implicarse en itinerarios
educativos de confrontación y diálogo, con una fidelidad valiente e
innovadora que sepa llevar a encontrar la identidad católica a las diversas
‘almas’ de la sociedad multicultural”.
Preparación de los formadores
b) La preparación de los formadores
–señala Francisco– debe ser una preparación seria que les ayude a saber
comunicarse con los jóvenes:
“Educar –observa
el Papa– es un acto de amor, es dar vida. Y el amor es exigen¬te,
requiere empeñar los mejores recursos, despertar la pasión y ponerse en
camino, con paciencia, junto a los jóvenes. El educador en las escuelas
católicas debe ser en primer lugar muy competente, cualificado, y al
mismo tiempo lleno de humanidad, capaz de estar en medio de los jóvenes
con estilo pedagógico, para promover su crecimiento humano y espiritual”.
Francisco destaca el valor del testimonio y
de la coherencia personal de los educadores: “Los jóvenes necesitan
calidad de enseñanza y conjunto de valores, no solo enunciados, sino
testimonios. La coherencia es un factor indispensable en la educación de
los jóvenes. ¡Coherencia! No se puede hacer crecer, no se puede educar sin
coherencia: ¡coherencia, testimonio!”
Por consiguiente, se impone cuidar la formación
permanente tanto en el ámbito intelectual como espiritual: “El
educador necesita él mismo una formación permanente. Es preciso, pues,
invertir para que los docentes y dirigentes puedan mantener alta su
profesionalidad y también su fe y la fuerza de sus motivos espirituales. Y
también en esa formación permanente me permito sugerir la necesidad de
retiros y ejercicios espirituales para los educadores. Es bueno hacer
cursos sobre tal y cual argumento, pero también es necesario hacer cursos
de ejercicios espirituales, retiros, ¡para rezar! Porque la coherencia es
un esfuerzo, pero sobre todo es un don y una gracia. ¡Y hay que pedirla!”
Responsabilidad de las instituciones educativas
c) La responsabilidad de las instituciones
educativas en relación con la ciencia y la cultura supone
participar en el diálogo intercultural, conscientes de la luz que la fe
puede aportar: “Es preciso que las instituciones académicas católicas no se
aíslen del mundo, sino que sepan entrar con valentía en el areópago de
las culturas actuales y ponerse en diálogo, conscientes del don que
tienen que ofrecer a todos”.
Coherencia del cristiano en el pensar, sentir y
actuar
Dos semanas después, en su homilía del 27 de
febrero en Santa Marta, Francisco ha retomado la cuestión de la coherencia
del cristiano. Después de administrar el sacramento de la confirmación, ha
afirmado que ser cristiano significa dar testimonio de Jesucristo: ser una
persona que “piensa como cristiano, siente como cristiano y actúa como
cristiano”. Es la coherencia de la vida de un cristiano. “Uno puede
decir que tiene fe, pero si falta una de esas cosas, no es cristiano, hay
algo que no va, hay una cierta incoherencia. Y los cristianos que viven
ordinariamente en la incoherencia, hacen mucho daño”.
La carta del apóstol Santiago –precisa el Papa dice que defraudar el jornal a los segadores clama al Cielo (cf. Sant 5,
4). Y Jesús habla muy fuerte contra el escándalo, sobre todo el causado a
los niños (cf. Mc 9, 42). Estas actitudes hacen mucho daño a la fe y a la
credibilidad del Evangelio. De poco serviría una biblioteca entera de
argumentos sobre la existencia de Dios sin el ejemplo de coherencia
cristiana. En cambio, es precisamente este ejemplo el que sirve para que
el Espíritu Santo pueda trabajar en los corazones de los no creyentes,
alejados o necesitados de formación.
De ahí la importancia de la coherencia que
hemos de pedir, puesto que es un don: “Señor, que seamos
coherentes’”. “¡Señor, que yo sea coherente! ¡Señor, que yo no escandalice
nunca, que sea una persona que piense como cristiano, que sienta como
cristiano, que actúe como cristiano!”
Si caemos por debilidad, termina el Papa,
pidamos perdón; porque todos somos pecadores, todos tenemos la capacidad de
pedir perdón y Dios nunca se cansa de perdonar:
“Vayamos adelante por la vida con coherencia cristiana,
con el ejemplo del que cree en Jesucristo, que sabe que es pecador, pero
que tiene la valentía de pedir perdón cuando se equivoca, y que tiene mucho
miedo a escandalizar. Que el Señor nos conceda a todos esa gracia”.
En suma, la coherencia del educador cristiano
es clave para educar en la fe, lo que incluye anunciarla y transmitirla a
muchos, empezando por sus alumnos. La relación entre educación y
coherencia, siempre esencial, se sitúa hoy en un lugar prioritario.
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