[El Profesor González-Simancas ofrece en este artículo una serie de criterios fundamentales para que pueda darse una verdadera y profunda educación humana y no sólo un barniz cultural.]
por José Luis González-Simancas
fuente: eticaarguments.blogspot.com
Hoy día se necesita tener ideas claras sobre la educación. Si no se plantea a fondo su naturaleza, se corre el riesgo de convertirla en una tarea deformada, por no responder al fin de formar personas, considerando a la persona como un objeto biológico semejante a otros seres no racionales que no tienen libertad. A continuación, se ofrecen algunos criterios básicos.
1) La educación gira en torno a dos ejes de la vida que son los que hacen posible el crecimiento de la persona en todas sus dimensiones: la libertad y el compromiso voluntario con el bien y la verdad.
2) La educación entendida como formación lleva a ir conociendo la verdad de las cosas y a saber discernir entre lo verdadero y lo falso. En la sociedad actual, y en la educación, se ha infiltrado el relativismo ético del “todo vale”, y el hedonismo materialista que lleva a pensar que se tiene “derecho” a todo lo que a uno le complace, sin tener en cuenta los derechos ni las circunstancias de los demás. Se impone restaurar la formación humana que es de todo punto necesaria para aprender a situar cada cosa en su contexto natural y no en un contexto “contra natura”.
3) Si no se proporciona una verdadera educación, el hombre –varón y mujer-- es víctima de uno de los mayores males: la ignorancia, que conduce inevitablemente a confundir, por ejemplo, libertad con capricho egoísta e insolidario; compromiso con falta de libertad; verdad con opinión sin fundamento; bien con lo que a uno le apetece aquí y ahora.
4) Necesitamos formar a las nuevas generaciones de modo que, libre y comprometidamente, sepan situarse razonadamente, con conocimiento de causa, ante los hechos verdaderos de la vida: ante el matrimonio, la familia, los hijos, los mayores, los enfermos, los discapacitados; los pobres, los ricos, los que provienen de otros mundos y culturas, los que profesan otras religiones; es decir, ante todo ser humano, sin distinción de sexo, de clase, de raza, de cultura o de creencias, aprendiendo a ayudar a todos en lo que necesiten, con generosidad cristiana.
En definitiva, si no procedemos a educar a la juventud en esa línea, malamente podremos evitar y prevenir las pandemias que asolan nuestro mundo y se oponen directamente a la cultura de la vida: la legalización del aborto y de la eutanasia, las enfermedades de transmisión sexual, los embarazos no deseados, los maltratos de mujeres y varones, la drogadicción, la discriminación laboral, la ausencia de respeto a la persona humana en los medios de comunicación, y un largo etcétera de todos conocido.
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